Reflexiones de una imagen sin gente
Editamos a la gente de nuestras fotos para crear la ilusión de que estamos en lugares inhabitados y exclusivos porque, como dijo Jean-Paul Sartre, “el infierno son los otros”.
Mientras cenábamos en un restaurante, la novia de mi primo tomó su celular y nos mostró una foto de ella en París; sol de la mañana, calle de adoquines, la torre Eiffel al fondo y nadie por ahí, a pesar de que la capital francesa tiene poco más de 11 millones de habitantes y otros cientos de miles de turistas ávidos por una foto igual. Nos asegura de que estaba sola en el momento de la foto, salvo por las dos amigas que la acompañaban y estaban detrás de la cámara; le creo, hay momentos en los que las ciudades quedan con lugares vacíos de gente. Sin embargo, y gracias a las aplicaciones e inteligencias artificiales – IA que ahora vienen instaladas en estos aparatos, es posible que las otras personas que estaban por ahí hubiesen sido editadas y reemplazadas por un fondo recreado.
Hago el comentario y uno de los comensales saca su celular y nos muestra cómo, y gracias a la nueva actualización de su equipo, puede eliminar a la gente de sus fotografías en cuestión de segundos. Así fue como en una imagen captada horas antes, en la que sale junto a otra persona, ahora estaba solo. Entonces la novia de mi primo cuenta que edita casi todas las fotos de sus viajes, “incluso las que hago bajo el agua”, para sacar a cualquiera que esté en segundo plano.
Ya está tan normalizado esto de eliminar y editar gente de fotos y videos que no vale la pena discutirlo. Pero, si les gusta viajar y estar donde hay más gente ¿por qué querer editarlos? ¿Por qué la ilusión de un mundo solo para uno? Lugares inhabitados y exclusivos porque, como dijo Jean-Paul Sartre, “el infierno son los otros”.
Gracias a las nuevas tecnologías nuestras fotos se convirtieron en la abstracción de lo que nos estorba.
Pienso en el trabajo de Martin Parr, un fotógrafo británico que entre 1983 y 1985 registró a la clase media en el balneario de New Brighton, al norte de Inglaterra. El libro The Last Resort recopila algunas de estas fotos donde la cotidianidad de las personas - con sus familias, sus cosas, sus intereses, su basura - es compartida con otras.
El valor de estas imágenes de Parr está en esas interacciones que se perciben en ese contexto abierto, pero es una realidad que ya no se ve ni se comparte, en parte por las relaciones - falsas o no - y el lenguaje que hemos construido a través de las redes sociales y los estilos de vida que allí vemos. También a que ahora controlamos nuestra narrativa (o al menos tenemos la ilusión de hacerlo) y la moldeamos a nuestro gusto y poder.
En las fotos impresas que tengo de mis paseos de infancia al mar, en la playa hay lancheros, vendedores ambulantes, mugre y otros turistas. Detalles que mi memoria editó, pero que la imagen captada por una Kodak Pocket Instamatic 20 me muestra. Personas y cosas que existieron y que quedaron ahí, como fantasmas.
Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, no serían fantasmas, ni recuerdos, ni nada. Son la abstracción de lo que nos estorba.